Los adultos que formamos parte de la vida de los niños tenemos responsabilidad sobre su educación. Sin embargo, los padres son (o deben ser) las figuras más influyentes de todo su mundo afectivo: el tipo de relación que establezcan con ellos va a ser fundamental en su desarrollo emocional.
Cundo alguno de los padres, o los dos sufre, este malestar es reflejado por el menor a su cargo. En otras ocasiones hemos hablado del contagio emocional y de la influencia de los padres en el desarrollo socioafectivo de los niños, y hoy queremos hacer una vez más hincapié en la vulnerabilidad de nuestros pequeños y la importancia de cuidar de nosotros mismos para poder velar por su bienestar.
No se trata de querer mucho, sino de querer mejor.
Me encantaría deciros que ser padres nos libra de los estados de ánimo negativos. Que uno no se siente triste, ni frustrado, ni enfadado ni desesperanzado. Pero como bien sabéis, estaría mintiendo como una bellaca. La crianza de un hijo conlleva una serie de cambios y responsabilidades, requiere de una inmensa capacidad de flexibilidad y adaptación, y en muchas ocasiones supone una tarea que nos desborda, pudiendo provocar la aparición o el empeoramiento de síntomas de tipo ansioso o depresivo.
Ser padre o madre puede ser fascinante. Pero también es agotador y complicado. Y hay que permitirse reconocer y hablar de ese lado oscuro de la no tan maravillosa aventura que supone la crianza de un hijo. Como padre, tenemos que ser conscientes de nuestras dificultades, estar en contacto con nuestras necesidades y cuidar de nuestra salud mental. Y muchas veces estamos tan volcados en los asuntos de nuestros peques que se nos olvida que cuidarnos también es cuidar de ellos.
Durante toda la vida somos permeables a lo que sucede a nuestro alrededor. Sin embargo, en la infancia somos esponjas: todo nos llega, todo nos cala. Más aún cuando procede de nuestras principales figuras de apego. Cuando un papá o una mamá se siente deprimido, pueden ocurrir varias cosas en la relación con el menor:
- Es posible que el papá o mamá desbordado por su malestar sienta que su peque es una carga más, y sus obligaciones y cuidados se le hagan muy cuesta arriba. Aparecen entonces sentimientos de rechazo hacia el niño y de culpa por no estar ejerciendo sus labores como padre de la manera correcta. El niño, en esta situación, se siente confuso y ansioso. Su mundo se torna impredecible y, quien tendría que hacerse cargo de él/ella se muestra enfadado, distante e irritable.
- También puede ocurrir que encuentre en su hijo la esperanza, la alegría y la ilusión que le permita cubrir sus carencias y alejarse de sus problemas. Diréis “Estupendo, ¿no?”. Pues no. Cuando esto ocurre, el niño se convierte en tabla de salvación, en motivo principal de la vida de su progenitor y en fuente de sentido. El riesgo de que las necesidades del niño queden apartadas, y éste se dedique a cuidar de su papá o mamá, es elevado. Puede sentirse responsable de las emociones del adulto que debería hacerse cargo de él y, por tanto, experimentar preocupación, tristeza, vergüenza o culpa cuando su papá o mamá esté triste.
Por suerte o por desgracia, nuestros niños crecen para convertirse en adolescentes. La adolescencia es una etapa rodeada de mitos y con fama de complicada. Esta fama es, en parte, merecida. Se trata de una época de cambios, en la que nuestro cuerpo, nuestras relaciones, nuestras capacidades, están cambiando y nos sentimos vulnerables y, muchas veces incomprendidos.
La mezcla adolescencia + depresión de un progenitor es explosiva: el joven, en constante cambio, tiene necesidades socioafectivas que no se ven cubiertas. El adulto en ocasiones se coloca a su altura en la mala gestión emocional, al tiempo que exige resultados académicos, valores como la responsabilidad y la autonomía, comprensión, compasión y un millón de cosas más… Y la brecha existente entre las partes se abre cada vez más hasta transformarse en un abismo insondable
Papás y mamas: Si os sentís angustiados, solos, desesperanzados… Por favor, buscad ayuda. Vuestro bienestar es una parte fundamental del suyo.
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