Atentados en París: ¿Cómo se lo explicamos a los niños?

El mundo occidental está de luto. Es inevitable sentir ira, rabia, miedo e impotencia ante lo que está sucediendo en nuestros días. Y aunque los atentados de París no son más graves que las aberraciones que tienen lugar en otros lugares del globo, quizá por la proximidad geográfica y por la fácil identificación con la población francesa, muchas personas se sienten gravemente afectadas por lo ocurrido el pasado viernes entre los distritos 10 y 11 de la Ciudad de la Luz.

Cuando tienen lugar sucesos de esta envergadura, muchos adultos optan por aislar a los menores, tratar de mantenerlos por todos los medios al margen de toda información al respecto. Sin embargo, aunque la intención de protección es buena, sabemos que los niños son enormemente sensibles a todo lo que sucede a su alrededor, y por ello nuestra buena intención puede resultar contraproducente.

niño triste blanco y negroAunque los mantengamos alejados del bombardeo mediático que estamos sufriendo estos días, los niños, incluso los más pequeños, tienen capacidad para percibir nuestros estados de ánimo: notan nuestra inquietud, nuestra tristeza, nuestra rabia y nuestro miedo.

Debemos tener en cuenta que, hasta los 6 años, los niños tienen un funcionamiento «egocéntrico», es decir, se consideran responsables de lo que ocurre a su alrededor. Si captan que algo no va bien, que estamos desmoralizados, preocupados o angustiados, inmediatamente se atribuirán la responsabilidad de nuestro sentir: «Si mamá está triste, es por mi, por algo que yo he hecho». Por eso resulta fundamental hablar con ellos, con términos sencillos de entender, sobre cómo nos sentimos y cuáles son las causas de nuestro malestar.

Al explicarles lo ocurrido, no es necesario entrar en demasiados detalles. Y, por supuesto, en la medida de los posible, debemos limitar la exposición a las terribles imágenes que, a nosotros mismos, nos está costando asimilar por su crudeza y su fuerte carga de violencia. Los adultos debemos ayudarles a interpretar lo que han visto y, aunque no nos explayemos en los detalles, es recomendable que evitemos mentir. Resulta tentador decir cosas como que «aquí no va a ocurrir» o que «no va a pasarle a nadie cercano» para aliviar su incertidumbre y su preocupación, pero no debemos asegurarles algo que no podemos garantizar.

Podemos preguntarles qué han visto, qué creen que ha pasado y, a partir de ahí, construir una explicación sencilla y asequible, que será suficiente, siempre y cuando quedemos a su disposición para ampliarla o responder a sus preguntas, si es que ellos desean saber algo más.

Los niños más mayores pueden preguntarse qué puede llevar a una persona a querer matar a otras así. A nosotros también nos cuesta entender las motivaciones tras los actos terroristas. No es necesario que finjamos: podemos reconocerlo, lo que validará su emoción y les hará sentirse comprendido. Podemos transmitirle que las personas que cometen este tipo de acciones buscan provocar miedo, inseguridad y odio, y que la mejor forma de hacerles frente es, precisamente, no darles eso que buscan, y tratar de continuar llevando una vida normal, aunque resulte difícil.

Es importante que, a pesar de nuestra propia incertidumbre, tratemos de infundirles seguridad, transmitiéndoles que se trata de un asunto «de mayores» que los adultos intentarán solucionar, y que Mamá, Papá, los profes y todos los demás adultos estamos para protegerles y cuidar de ellos allí donde estén (en casa, en el cole, en la piscina, en la calle…)

No debemos perder de vista a aquellas personas (niños y mayores) que han sufrido recientemente situaciones de alto estrés o de gran impacto traumático. Pérdidas recientes accidentes y situaciones de violencia dejan huellas que pueden reactivarse, heridas que pueden volver a abrirse por la exposición a esta información.

La revista infantil francesa Astrapi publicó el pasado fin de semana un suplemento en el que explicaba la noticia a sus pequeños lectores. Han tenido el detalle de compartir el documento, ilustrado por Frédéric Benaglia, en formato pdf. Puede servirnos de inspiración a la hora de afrontar la difícil tarea de hablar de estos dolorosos acontencimientos. Puedes encontrarlo aquí: Astrapi Atentados Paris

Panorámica nocturna París desde Arco del Triunfo

Que París, y el mundo entero, vuelva a iluminarse con la luz de la paz.

Pequeño homenaje a dos grandes humanistas: Oliver Sacks y Wayne Dyer

Se nos va agosto, y con él, en unas pocas horas, hemos despedido a dos figuras a las que admiro profundamente: El Profesor Oliver Sacks, médico neurólogo, y Wayne Dyer, psicoterapeuta y Doctor en Psicología, ambos de orientación humanista.

Los dos, cada uno con un estilo muy particular, y desde ámbitos distintos y distantes, pero complementarios, dedicaron parte de su vida al estudio y comprensión de la mente humana, uno de los mayores y más perseguidos objetivos de la ciencia.

Me resulta imposible dejar pasar esta pérdida sin hacerles un pequeño homenaje desde aquí a modo de agradecimiento (a todas luces insuficiente) por su curiosidad, sus investigaciones, sus descubrimientos y, sobre todo, por haberlos compartido con el mundo, más allá de lo académico, a través de sus múltiples publicaciones, que nos han permitido acercarnos a las neurociencias y a la psicología desde una visión científica, al tiempo que humana y próxima.

Porque no podemos perder de vista que las ciencias humanas, las ciencias de la salud, por muy objetivas que sean, versan sobre personas. Los llamemos, pacientes, sujetos, casos o consultantes, son, en todo caso y por encima de todo, personas que merecen ser tratadas con respeto, dignidad y compasión.

Brad Barcket - Getty Images

Brad Barcket – Getty Images

El propio Sacks fue, por desgracia, en muchas ocasiones, «paciente». Qué poco me gusta este término para referirse a quien requiere atención médica… Sin embargo, hoy lo emplearé: Fue un paciente paciente, curioso, productivo y con sentido del humor hasta el final. Su carta de despedida, publicada hace unos meses, lo dice todo. Ha sido, según sus propias palabras, «un ser sensible, un animal pensante en este planeta». En este planeta que hoy ya le echa de menos.

wayne-dyerWayne Dyer, por su parte, hizo énfasis en el poder del pensamiento. Su perspectiva pretende dar un giro a la visión de la normalidad y la enfermedad. Su obra supone un cambio de paradigma y nos impulsa a buscar y a superar nuestros propios límites.

Quizá uno de los mayores aprendizajes que he extraído de la lectura de su obra es que «No puedes controlar siempre lo que ocurre en el exterior, pero siempre puedes controlar lo que ocurre en el interior» y lo que es, sin duda, toda una lección de vida y una declaración de intenciones: «Si tu estancia en la tierra es tan corta, debería ser por lo menos agradable. En pocas palabras, se trata de tu vida; haz con ella lo que tú quieras».

A pesar de las grades pérdidas, por la veteranía de esta generación de grandes pensadores, investigadores y autores, confiemos en que, como afirmó el Profesor Sacks, el mundo esté en buenas manos.

Adiós Robin

Adiós, Robin

 

Pequeño homenaje a un gran actor

 

Hoy hemos amanecido con la triste noticia de la muerte de Robin Williams .

Aunque durante la jornada se han publicado miles de entradas sobre este gran actor, desde aquí deseamos rendirle nuestro pequeño homenaje.

Muchos son los entrañables personajes a los que Robin dio vida: Adrian en Good Morning Vietnam, el profesor John Keating en El Club de los Poetas Muertos, el Dr Sayer en Despertares, Peter Pan en Hook, Alan Parrish en Jumanji, el Genio de Aladdin, Mork, la Sra. Doubtfire, Jack o el Dr Patch Adams son sólo algunos de los que a mí, personalmente, me han marcado.

De todos ellos, recuerdo con especial cariño a Sean Maguire, profesor de Psicología y terapeuta deWill Hunting, «el indomable». Tal vez por la cercanía y la humanidad con la que interpreta a un colega profesional, o quizá por el Oscar que le fue concedido… Lo cierto es que no se me ocurre mejor muestra de reconocimiento que compartir con vosotros algunos retales de esa obra.


No fue culpa tuya.

Adiós Capitán, mi Capitán