¿Están relacionados el entorno social y la salud?

entorno socialEl entorno social del niño influye en la longitud de sus cromosomas

Un estudio publicado recientemente en la revista “Proceedings of the National Academy of Sciences” revela cómo la información genética se ve modificada por factores ambientales.
Daniel Notterman y su equipo, de la Universidad Estatal de Pensilvania, analizaron datos de un grupo de niños afroamericanos de nueve años de edad y comprobaron que aquellos que crecieron en ambientes más desfavorecidos tenían telómeros más cortos. Los telómeros son estructuras especializadas que se sitúan en los extremos de los cromosomas. Están formados por ADN altamente repetitivo y su función principal consiste en mejorar la estabilidad estructural de los cromosomas, protegiéndolos de posibles fusiones y de su degradación.Los telómeros se acortan a medida que envejecemos. Su acortamiento también se relaciona con enfermedades como el cáncer, la diabetes y trastornos cardiovasculares.
Los extremos de los cromosomas de estos niños tenían una longitud notablemente menor que los de aquellos que habian crecido en condiciones más favorables. Asímismo, se observó que los menores con los telómeros más largos eran aquellos que se encontraban en una situación social más próspera.De acuerdo con los resultados de esta investigación, el entorno social empobrecido supone una fuente de estrés crónico que afecta a la longitud telomérica.Los investigadores llegaron a la conclusión de que la relación entre el entorno social y la longitud telomérica estaba mediada por genes relacionados con la función de dos neurotransmisores: ladopamina y la serotonina .Quizá estos resultados puedan ser de utilidad en un futuro y la longitud de los extremos de los cromosomas puedan emplearse como biomarcadores fiables de exposición a estrés crónico, incluso a edades tempranas.

Los hombres no comprenden las emociones de las mujeres

mujer y nubesEvidencias científicas sostienen el tópico

¿Quién no ha escuchado a alguna mujer quejarse de que su pareja no la entiende? Es algo tan común que se ha convertido en un tópico, en un cliché: a los hombres no se les da bien comprender las emociones de las mujeres. Aunque, por supuesto, hay excepciones…Esta afirmación tan general se ha puesto a prueba, y un estudio científico desarrollado por lasUniversidades de Aarchen y de Duisburg Essen, en Alemania, ha demostrado que a los hombres les cuesta el doble reconocer las emociones en el rostro de las mujeres. Veamos cómo:

Los sujetos de investigación, todos hombres, visionaban una serie de fotografías de los ojos de otras personas, hombres y mujeres, y debían escoger, entre dos opciones, la palabra que describiera mejor la emoción que esos rostros expresaban. Los participantes detectaban rápidamente si se trataba de un rostro femenino o masculino, sin embargo el porcentaje de aciertos variaba sensiblemente en función del género de la persona de la imagen: acertaban el88% de las veces la expresión del rostro masculino, y sólo el 76% de las emociones de los rostros femeninos. Además, la latencia de respuesta en el reconocimiento de las emociones de las mujeres era el doble. Se trata de un detalle importante, pues en la vida real las reacciones empáticas son automáticas.

Parece que la diferencia en el reconocimiento emocional está relacionada con una falta de activación en las regiones límbicas del cerebro: hipocampo, corteza cingulada anterior y amígdala, claves en el procesamiento emocional.

 

mujer

Imagen cortesía de Imagerymagestic /FreeDigitalPhotos.ne

Durante la prueba se estudió el cerebro de los sujetos mediante RMF,resonancia magnética funcional, y se comprobó que su amígdala, la zona responsable de las emociones y la empatía, se activaba mucho más cuando observaban imágenes del rostro de otros hombres. Algunos de los participantes afirmaron que les resultaba más sencillo reconocer las emociones de otros varones porque trataban de evocar situaciones en las que ellos mismos habían utilizado esas expresiones
Los investigadores plantean una explicación evolutiva para esta dificultad de los hombres: «A medida que los hombres se involucraban más en peleas de caza y territorio, habría sido más importante para ellos predecir y prever las intenciones y acciones de sus rivales masculinos».De acuerdo con estos resultados, y dado que el patrón de activación de la amígdala masculina es menor cuando se encuentra con una emoción en un rostro femenino, no podemos culpar a los chicos de no comprendernos… ¡la culpa es de su amígdala!

Imagen cortesía de David Castillo Dominici/FreeDigitalPhotos.net

Imagen cortesía de David Castillo Dominici/FreeDigitalPhotos.net

Ya sé que me quieres… ¡pero quiéreme mejor!

Hace unos días, cuando me preparaba para escribir esta entrada, leí, por una de esas casualidades que no existen, un artículo titulado “Educar en la corresponsabilidad, en querer bien al otro y a uno mismo” (madre reciente, te me has adelantado). Mi intención era estrenarme en el blog escribiendo sobre inteligencia interpersonal, relaciones y corresponsabilidad (entendemos por corresponsabilidad la implicación de ambas partes en cualquier relación diádica), pero, dadas las circunstancias, habrá que darle un giro al asunto.

Seguramente tú, que nos lees, quieres a alguien. Todos queremos a alguien; todos, salvo algunos perfiles psicopáticos en los que no es mi intención entretenerme, al menos hoy, tenemos sentimientos de amor, ternura y deseos de cuidar a otros seres vivos. Y seguramente, algunos de esos seres sean de tu misma especie.

Pero… ¿podemos podemos querer mejor?

Incontables son las páginas que se han escrito sobre el amor, lo que se siente, lo que se hace, sus implicaciones… En novelas, poemas, ensayos y canciones, se sufre por amor. Y en la vida

¡Que levante la mano el que no haya pasado un mal rato!

Volviendo al tema de las inteligencias, quizá las más relevantes cuando se quiere (y se quiere bien), sean la inter y la intrapersonal. El punto de partida en las relaciones es lo que Daniel Goleman llamó Inteligencia Emocional, “el conjunto de habilidades que se basan en la capacidad de reconocer emociones propias y ajenas que nos guían en el pensamiento y en la acción”. Se trata, por tanto, de competencias actitudinales y de comunicación.

Para querer mejor, no basta con comprender al otro, reconocer y percibir sus sentimientos, necesidades e intenciones y responder de manera adecuada.

Hace falta mucho más que empatía

Y es aquí donde entra en juego lo intrapersonal: ¿qué va a ocurrir si sólo contemplo al otro? Si pierdo de vista mi sentido de la independencia, mi autoestima, mis deseos y mis necesidades, es posible que quiera, quizá quiera mucho, pero no quiero bien. Ni al otro, ni a mí mismo.

Siempre me ha llamado la atención ese adverbio de cantidad en el contexto de “las cosas del querer”. Hace ya algún tiempo tuve la dudosa fortuna de presenciar una discusión de pareja en la que una de las partes formulaba la siguiente petición: “no me quieras tanto”.

Ahora, al escribirlo, se me escapa una sonrisa

Seguramente algunos de vosotros hayáis tenido la experiencia de sentiros asfixiados por el cariño de otra persona: padres, parejas, amigos, hijos… Es una situación compleja que despierta en el objeto de amor sentimientos ambivalentes que, con frecuencia, llevan la relación a un desenlace poco agradable para ambas partes. En esos momentos, no quieres que te quieran, quieres que te respeten.

Para querer mejor, y voy terminando, es necesario construir una percepción precisa del otro y de nosotros mismos, (defectos y manías incluidos), sin fantasear ni idealizar a ninguna de las partes. Esto es de suma importancia, pues resulta necesario para poder aceptar y respetar al otro tal y como es. Muchas veces hacemos grandes esfuerzos por intentar comprender los motivos del otro y, sin embargo, perdemos de vista que no se trata de entendernos, sino de aceptarnos en nuestras diferencias.

¿Y qué es eso de aceptarnos? Nada más (y nada menos) que saber quiénes somos de manera individual: quién soy yo, quién eres tú, y reaccionar de acuerdo con esa información.

En palabras de Antonio Gala:

«El verdadero amor no es el amor propio, es el que consigue que el ser amado se abra a las demás personas y a la vida; no atosiga, no aísla, no rechaza, no persigue: solamente acepta».

María Jimenez

María Jiménez
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