Ponte en sus zapatos: En Navidad, y todos los días.

¿Cuántos dame un besito va a escuchar tu hijo/a estas navidades? ¿Qué harás tú si no quiere? ¿Cuántos lo estás malacostumbrando vas a oír tú? ¿Le impedirías a otro adulto levantarse de la mesa si no se ha acabado la comida de su plato?

Hace unos días conocí, a través de las redes sociales, la campaña sin ánimo de lucro En sus zapatos. Y sencillamente me encanta. Se trata de un proyecto que pretende concienciar sobre la violencia que niños y niñas sufren a diario en sus familias y contextos educativos. Sí, a diario. Pero pasa desapercibida… Cuesta creerlo, ¿verdad?

A través de una serie de vídeos desarrollados por Mad Media Films y El Instituto de Cine de Madrid y la compañera psicóloga y psicoterapeuta Beatriz Cazurro se reproducen situaciones cotidianas tan frecuentes que todos hemos vivido, tanto cuando éramos niños como ahora, ya adultos. Nos invita a reflexionar sobre la manera en que tratamos a los peques, a cuestionarnos nuestro papel como adultos y a ponernos en el lugar de ese otro más pequeño que siente, piensa y, aunque a algunos se les olvide, tiene entidad, necesidades y deseos propios.

¿Me das un besito? from Beatriz Cazurro on Vimeo.

 

Si bien resulta evidente lo inapropiado, poco respetuoso o incluso violento que es tratar así a otro adulto, ¿por qué se hace constantemente por los niños?

No perdamos de vista los Derechos del Niño. Como tantos otros logros, tienen su día conmemorativo en el calendario (el 20 de Noviembre se conmemora la Convención sobre los derechos del Niño), pero el verdadero logro es ejercerlos todos los días.

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Os invito a pasaros por su web, en la que podéis encontrar todos estos vídeos estupendos, y a que cuando estéis con vuestros peques y no actúen como vosotros esperáis, os hagáis algunas preguntas:

  • ¿Qué le pasa?
  • ¿Por qué le sucede?
  • ¿Cómo le pasa?
  • ¿Qué necesita?
  • ¿Cómo puedo ayudar?

Tal como afirma Beatriz, Los niños necesitan buenos tratos. Para poder proporcionárselos, es necesario ejercitar la empatía y tratar de meter nuestros grandes pies en sus pequeños zapatos.

¿Te animas a ver el mundo desde su punto de vista?

¡Ponte en sus zapatos!

Sobre los «niños confidentes»

A veces, por distintas razones y en distintos contextos, salgo de mi despacho (y de mi zona de confort) e imparto formaciones y talleres.

En alguna ocasión he comentado en este blog lo mucho que disfruto en los talleres para padres. Resulta muy gratificante poder acompañar a las familias en el constante aprendizaje que es la maternidad/paternidad.

Sin embargo, cuando los asistentes son papás y la temática tiene que ver con la infancia y la crianza, no es raro encontrarse con familias donde los roles de cada uno, grandes y pequeños, no están bien repartidos y las funciones se solapan: los adultos se comportan de manera arbitraria e imprevisible, requiriendo de apoyo, orientación y consuelo, mientras que los niños son descritos como «muy maduros», «muy sensibles» y capaces de entender y ayudar a sus padres a gestionar sus propias emociones.

Qué miedo me da a mí este discurso… Detrás de un niño «demasiado bueno/sensible/maduro/cuidador» suele haber un niño parentalizado.

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¿Quién cuida de quién en estas familias? ¿Quién es la persona de referencia, la figura de apego, ese otro «más sabio, más fuerte y más capaz» al que acudir en busca de apoyo y consuelo?

El tema da tanto de sí, y nos llama tanto la atención a algunos profesionales que incluso presentamos un póster sobre él en el Congreso de Terapia Familiar en Cartagena el otoño pasado.

Los niños tienen que ser niños. Y nuestra función es cuidar de ellos, de manera adaptada a las necesidades y características de cada etapa de su vida. Y no al revés.

Por eso, es un error ENORME hacer partícipes a nuestros peques de nuestros problemas emocionales o de pareja. Cuando los usamos como paño de lágrimas, como confidente o como recipiente de nuestras quejas, miedos y preocupaciones, les estamos cargando con algo que no les corresponde y que ni pueden, ni saben, ni deben gestionar. Seguramente se sentirán confusos y asustados. Te escucharán, claro. Eres una de las personas más importantes de su vida, y lo que te ocurra a ti les afecta a ellos directamente. ¿Cómo no iban a escucharte? De tu boca salen las palabras que, más tarde, se convertirá en su discurso interno.

Hay papás y mamás que se excusan diciendo que lo hacen para educarlos, para que vean que «los mayores tienen problemas» y que aprendan a «gestionar sus emociones«. NO. Si eres de los que afirma ésto, por favor, haz un pequeño ejercicio de honestidad: Tú necesitas ventilar. Necesitas que alguien te escuche mientras vomitas toda la mierda, toda la angustia y todo el miedo que tienes dentro. Y sabes que tu peque no se va a alejar de ti mientras lo haces. 

Si éste es tu caso, ten en cuenta que no tienen recursos para manejar lo que está pasando, lo que tú estás provocando. Los colocas en una posición de desamparo:

¿Cómo voy a confiar en mamá? ¿Cómo voy a contarle lo que me preocupa? ¡Ella ya tiene bastante con lo suyo!

Si usas a tu niño/a como si fuera tu pareja, tu amigo/a, tu madre, tu confesor o tu psicólogo, le estás privando de su infancia: Tu hijo no es tu rescatador. No está aquí para consolarte ni para cuidar de ti.

Aprenderá que tiene que dejar de lado sus propios sentimientos para cuidar de los demás. Que todos los demás van primero, que tiene que estar a disposición de otros, pues de ello depende su valía como persona.

¿Es eso lo que quieres transmitirle?

Si tienes problemas, si necesitas hablar con alguien que te acoja, que te cuide, que te aconseje, que te oriente o, simplemente te escuche, busca a otro adulto. 

Deja a tu peque vivir lo que tiene que vivir en esta etapa: SU INFANCIA.

Tendrá toda la vida para sus propios problemas de adulto.

Tu fuerza nos hace más fuertes: El discurso interno

Cuando nos vemos en una situación estresante, que nos genera preocupación o miedo, y hacemos balance de nuestros recursos para afrontarla, nos decimos un montón de cosas.

¿Qué sueles decirte tú? ¿Te ayuda a seguir adelante o te bloquea?

¿Reconoces de quién es ese discurso? ¿Dónde aprendiste tú a lidiar así con la preocupación?

motivacion ilustracion psicologia discurso internoMuchas veces, al responder a estas preguntas, nos encontramos con que eso que nos decimos se parece sospechosamente a lo que nos dijeron mucho tiempo atrás, en situaciones seguramente diferentes, que despertaron en nosotros las mismas sensaciones físicas y emociones similares: incertidumbre, inseguridad, temor…

La manera en que los adultos que nos cuidan, normalmente nuestros papás, gestionan sus propias emociones y nos ayudan a regular las nuestras deja una huella importante en nosotrxs.

Hoy os traigo un anuncio. Sí, es una campaña de publicidad, pero no quiero venderos nada. Solamente pretendo que me acompañéis en la reflexión sobre el poder de las palabras que usamos para ayudar a los peques, y a los no tan peques, a gestionar su mundo emocional. Ese discurso que utilizamos para narrar la experiencia de lxs niñxs se convertirá más adelante en su propia voz, que les insuflará fuerza y confianza para seguir motivadxs o los empujará al abandono y la desesperanza.

 

¿Cuál es tu experiencia? ¿Qué te decían a ti? ¿Se parece eso a lo que ahora te dices tú? ¿Qué te hubiera gustado oír de tus adultos cuando eras niñx?