La importancia de la empatía

¿Cuál es la mejor manera de aliviar el sufrimiento de otra persona? En este precioso corto, la Dra. Brené Brown nos recuerda que la conexión empática sólo se puede conseguir si somos capaces de contactar con nuestras propias debilidades.

Esta profesora de la Universidad de Houston ha dedicado más de 15 años de su vida al estudio de la valentía, la vulnerabilidad, la vergüenza y la empatía, y es la autora de tres bestsellers – The Gifts of Imperfection, Daring Greatly, and Rising Strong. Uno de los temas que aparecen de manera reiterada en sus investigaciones y publicaciones es la importancia de cultivar la empatía.

Según la Dra. Brown, la empatía es sentir con el otro, y es una «opción vulnerable», pues requiere que la entremos en contacto con algo nuestro que nos permita identificarnos con el sufrimiento del otro. La empatía consta de cuatro componentes:

  • Asumir el punto de vista del otro
  • No juzgar
  • Reconocer la emoción en el otro
  • Ser capaz de comunicar esa emoción

Muchos comentarios, bienintencionados aunque inapropiados, cuando alguien nos cuenta algo que le provoca malestar comienzan con «al menos…» y van seguidos por una queja sobre la propia situación («al menos tú tienes un trabajo, yo llevo meses en el paro…», «al menos tú tienes pareja…»). La verdad es que rara vez una respuesta de la persona que tenemos delante puede provocar una mejoría en cómo nos sentimos. Vale más una mirada comprensiva, una escucha activa, un «no sé qué decirte…. Siento mucho que estés pasando por esto» que un comentario que minimice el dolor y el malestar de la otra persona. Por eso, si no sabes qué decir, suele ser mejor que no digas nada.

¿Es posible aprender a ser empáticos? Desde niños, aprendemos de nuestros padres, profesores e iguales a gestionar las emociones propias y ajenas. Las relaciones con los otros son la principal fuente de aprendizaje, sin embargo la literatura es también una herramienta poderosa a la hora de desarrollar nuestra empatía.

Aunque la empatía no es una asignatura que se enseñe en los colegios, es una de las cualidades más importantes a desarrollar y fomentar en las personas, ¿no te parece?

Hablemos sobre la #depresión: En primera persona, Doug Leddin

Aunque debido a la carga de trabajo esta temporada no estoy publicando tanto como me gustaría, he encontrado este vídeo en la red y no puedo dejar pasar la oportunidad de compartirlo con vosotros.

Se trata del testimonio de un chico irlandés de 27 años que sufre depresión desde hace 10. Cuatro minutos y medio conmovedores en los que describe cómo es su vida, o mejor dicho, como durante estos años ha llevado dos vidas paralelas: la que ven los que le rodean y la que él ha mantenido hasta ahora en silencio.

No es necesario irse tan lejos para encontrarse con esta realidad: personas que sufren, que temen no ser comprendidos por su entorno, por lo que tratan de acallar su malestar, alimentando su soledad y creando una distancia aún mayor entre ellos mismos y quienes les rodean, cumpliendo así su mayor miedo: «Lo que más tememos los que sufrimos depresión es que nuestros amigos no nos entiendan, que los perdamos, que los colegas nos miren diferente o que incluso perdamos nuestro trabajo».

 

El vídeo va acompañado de un escrito en el que Doug refleja su nerviosismo ante la salida a la luz del vídeo y su intención de ayudar a los demás con su testimonio:

«No es frecuente que publique algo demasiado serio en las redes sociales. No estoy seguro de que esto sea lo que hay que hacer y, para ser honesto, estoy nervioso escribiendo este ‘estado’ (de Facebook), pero espero que ayude a los demás y espero también que compartas esto si piensas que puede ayudar a alguien. Hay algo que he querido sacar de mi pecho desde hace tiempo, unos 10 años, de hecho. Esto será una sorpresa para algunos de mis amigos más cercanos con los que no he podido hablar por miedo a perderles o a no ser aceptado. Pero después de pensar y considerarlo mucho, decidí hacer un video para sacarme este peso de encima y compartir mis experiencias con vosotros. Estoy hablando de la depresión y esto es algo de lo que todos tenemos que hablar más, por las personas que han sufrido tanto tiempo en silencio y a las que tanto les cuesta hablar de ella. No estoy diciendo que abrirte a tus amigos, familiares, compañeros de trabajo o incluso compañeros de equipo vaya a hacer que todo esté bien, pero sin duda te ayudará. A mis mejores amigos tengo que decirles que siento no haber tenido el valor de hacer esto antes. A mi familia tengo que darle las gracias por apoyarme durante los últimos 10 años. Ahora tengo 27 y estoy mucho mejor en mi vida. He pasado años visitando a médicos. He obtenido ayuda en distintos centros desde que tenía 16 años. Me encontraba en un lugar oscuro y sufrí solo, algo que no debería haber hecho. Este último año ha sido mucho mejor para mí y me encuentro en una posición cómoda para compartir esto. Y aunque me gustaría que no me hubiera tomado tanto tiempo para abrirme, así ha sido y no puedo cambiarlo, pero espero que pueda ayudar a muchos otros a hacer lo mismo. Supongo que estoy haciendo esto para tratar de animar a otros a hablar de sus problemas de salud mental con la familia, amigos o incluso organizaciones. Si piensas que esto podría ayudar a alguien, siéntete libre de compartirlo. Juntos podemos superar el estigma asociado con la salud mental, un problema que va en aumento con la gente de nuestra generación. ¡Recuerda que no estás solo!»

No, no estás solo. Por favor, no lo olvides.

Celosa y competitiva: El Síndrome de Blancanieves

Con unos días de retraso, retomamos nuestra línea de publicaciones sobre síndromes con nombres literarios. Dado que la factoría Disney ha ilustrado y llevado a la pantalla un buen número de cuentos tradicionales, resulta difícil hablar de algunos personajes sin que el rostro que sus dibujantes les dieron acuda a nuestra mente. Hoy hablaremos de una de las malas malísimas, también bella bellísima en su versión animada: La Madrastra de Blancanieves.

El síndrome recibe el nombre de la cándida e inocente niña, Blancanieves, sin embargo, hace referencia a los comportamientos y actitudes de su madrastra, la bruja. Como ya os comentamos en un post anterior, los síndromes a los que dedicamos esta serie de publicaciones no se encuentran recogidos en los grandes manuales de la psicología y la psiquiatría; no se trata de diagnósticos al uso, sino que describen formas de funcionar y relacionarse de personas con las que nos encontramos a diario, tanto dentro como fuera de la consulta.

Aunque también se da en varones, el perfil mas característico de personas con el «Síndrome de Blancanieves» es el de mujeres maduras que, a lo largo de su vida, han sido consideradas muy atractivas y han hecho de la belleza una de sus principales cualidades.

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El tiempo pasa para todxs, y ellas no son una excepción. Aunque cada etapa vital tiene sus encantos y la madurez es, en muchos casos, una gran ventaja, el proceso de envejecimiento natural resulta difícil de aceptar para algunas personas. Y eso es lo que sucede a quienes padecen este síndrome: A medida que cumplen años y sienten que su aspecto se deteriora, perciben que dejan de ser el centro de atención, que las miradas y la admiración de las personas que las rodean se dirigen hacia otrxs.

Dado que su apariencia externa y los elogios que ésta despierta desempeñan un papel fundamental en su autoestima y su sentido de valía personal, al darse cuenta de que ya no son tan jóvenes pueden sentirse inseguras. Por lo general, se trata de personas que han vivido rodeadas de gente que valora y ensalza su aspecto físico, lo que les ha hecho dependientes de los refuerzos externos (piropos y halagos, expresiones de admiración) y con esta toma de conciencia de los cambios corporales inevitables asociados al paso del tiempo, puede aparecer temor a ser abandonados y miedo a la soledad.

Es frecuente que estas personas tengan una imagen distorsionada de su aspecto y sus cualidades; tienden a ensalzar su belleza y a negar su edad madura. El deseo de mantenerse joven y atractiva puede llevarla a sentir celos hacia quien considera que puede superarla en alguna cualidad, y a tratar de competir con ella (aquí aparece Blancanieves, que sufre las consecuencias de la frustración de la Madrastra). Por lo general, la comparación y posterior competición se realiza con alguien del mismo sexo, a quien la persona con el síndrome percibe como amenazador/a, como tratando de usurparle su lugar, sin que estas motivaciones tengan una base real: al igual que la Madrastra en el cuento, se siente insegura y amenazada, aunque la otra parte no tenga intenciones malévolas ni deseos de suplantar su puesto.

Como consecuencia de estos celos y de la necesidad de competir, es frecuente que la persona insegura arremeta contra aquella a la que envidia, tratando de humillarla y de dejarla en mal lugar delante de los demás. Para la persona que lo sufre, este trato puede resultar desconcertante, ya que entra en contraste con el que se le dispensa en privado, por lo general correcto y amable.

Además de la gran preocupación por la belleza y la salud, de los celos y el afán competitivo, es frecuente que estas personas busquen reforzar el concepto que tienen de sí mismas, provocando situaciones en las que su aspecto físico sea motivo de comentario y de halago. Buscan aprobación constantemente. Suelen mantener una actitud seductora, pues buscan ser miradas con admiración y, en sus intentos de gustar, flirtean constantemente, encadenando unas relaciones con otras.

Blancanieves y el principe Psicologo GijonTambién es frecuente que critiquen a aquellas personas que han logrado lo que ellas mismas ansían: una pareja estable, éxito en el ámbito laboral, buenas relaciones con sus hijos, apoyo social, hábitos saludables… Esta actitud tan crítica con las vidas ajenas puede hacer pensar que les molestan los logros y la satisfacción de los demás.

A estas alturas, lo más probable es que ya se te haya ocurrido algún ejemplo, que hayas pensado en alguien conocido o que tú mismx te hayas visto reflejadx en alguno de los dos roles: Madrastra o Blancanieves. Este tipo de relaciones complementarias en las que una parte envidia las cualidades (físicas o emocionales) de la otra son, por desgracia, comunes entre madres e hijas, suegras y nueras, entre amigas o , en el contexto profesional, entre jefa y empleada o bien entre compañeras. Aunque he empleado el género femenino, no perdamos de vista que se da también entre varones.

Las dos partes implicadas en este tipo de relaciones pueden presentar síntomas que, de no ser tenidos en consideración, desemboquen en algún cuadro ansioso o depresivo. Si bien es doloroso y molesto ser tratado de forma injusta y humillante en el rol de Blancanieves, también lo es sentirse inseguro, ver que aquello sobre lo que se asienta tu autoestima se desvanece y sentir que vives en una permanente competición… De la que parece poco probable que resultes vencedor.

Si necesitas ayuda, por esta u otras cuestiones relacionadas con tu bienestar, no dudes en ponerte en contacto con nosotros.