Asesinos de la creatividad

A finales de la década de los ’60, George Land desarrollo una serie de investigaciones sobre la evolución del pensamiento creativo que sirvieron de base a su libro Breakpoint and Beyond.

Uno de los estudios más reveladores se centraba en la capacidad de pensamiento divergente. Este concepto hace referencia a la capacidad de encontrar respuestas múltiples y variadas a una pregunta, buscar usos alternativos a un objeto… En fin, a la creatividad, la capacidad de visualizar alternativas, de salir de un pensamiento tradicional y cuadriculado. Se inspiró en unas pruebas que la NASA empleaba para seleccionar ingenieros y científicos con habilidades de innovación. Un ejemplo: buscar usos alternativos a un tenedor. De acuerdo con el protocolo de la prueba, a partir de cierto número de respuestas, el sujeto podía se considerado un genio creativo.

ninos-aprendizaje-lapicesLand tomó una muestra de 1600 niños de cinco años. Descubrió que el 98% de esos niños respondían como genios creativos, pues tenían una extraordinaria capacidad para dar respuestas originales a los ítems presentados. ¡Asombroso!

Cinco años después, cuando esos niños habían soplado ya diez velitas en su tarta de cumpleaños, repitieron la prueba. ¿Podéis imaginar cuál fue el resultado? Tan solo el 38% supero el criterio para ser considerado un genio creativo. Y a los 15 años, tras una larga temporada de escolarización… el resultado fue aún más desesperanzador: Solamente el 12% alcanzó los niveles a los que había llegado diez años atrás.

Los datos hablan por sí solos. Pero eso no es todo: Una muestra de 280.000 adultos fue sometida a la misma prueba. ¿Adivináis? Un triste 2% llegaba al nivel de genio.

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Como dice mi admirada Ana Pastor: Aquí están los datos, suyas son las conclusiones. 

 

De regalo, instrucciones para la vida.

Esta Navidad ha sido muy especial para mi.

Os confesaré que no me gustan nada estas fiestas. Sin embargo, este año he hecho algo muy distinto de lo que venía haciendo estos últimos años. No voy a entran en detalles, pues no es éste un lugar para ventilar mis intimidades. Sólo os contaré que una de mis numerosas primas (ella dice que es mi favorita, y no se lo vamos a negar), me regaló un poema. En realidad el poema no era suyo, sino de Magdalena Sánchez Blesa. Magdalena, gracias por el préstamo. Por tus palabras, por tu fuerza y por tu compromiso.

Esta maravilla formará parte de su cuarto libro, Manual para mis hijos. Y yo, que soy muy osada, me atrevo a proponeros que sea también para vosotros. El equipo de Más Leer la entrevistó y sus palabras en prosa tampoco tienen desperdicio.

Aquí os la dejo, recitando su obra.

 

Al compartir este regalo, confío en que su efecto se multiplique. Espero que os emocione y os cargue de ganas de comeros el mundo tanto como a mi.

 

Jamás un conato de daros la vuelta

Jamás una huida, por muchos que sean

Jamás ningún miedo, y si acaso os diera,

Jamás os lo noten, que no se den cuenta

Jamás un “me rindo”, si no tenéis fuerzas

Aunque fuese a gatas, llegad a la meta

Que nadie os acuse… ¡miradme a la cara!

Que nadie os acuse de dejar a medias un sueño imposible…

(Si es que los hubiera)

Yo no los conozco,

Y mira que llevo yo sueños a cuestas

Jamás, y os lo digo como una sentencia, ¡miradme a la cara!

Jamás en la vida paséis por el lado de cualquier persona sin una sonrisa

No hay nadie en el mundo que no la merezca

Hacedle la vida más fácil, ¡miradme!

A cada ser vivo que habite la tierra

Jamás se os olvide que en el mundo hay guerra

Por pasar de largo sin gloria ni pena delante de un hombre

Y no preguntarnos qué sueño le inquieta

Qué historia le empuja,

Qué pena lo envuelve,

Qué miedo le para,

Qué madre lo tuvo,

Qué abrazo le falta,

Qué rabia le ronda,

Qué envidia lo apresa…

Jamás, y los digo faltándome fuerzas,

Si el mundo se para,

Os quedéis sentados viendo la manera de que otro lo empuje

Remangaos el alma,

Sed palanca y rueda,

Tirad de la vida vuestra y de quien sea,

Que os falte camino,

Perded la pelea contra los enanos

No sed los primeros,

Que os ganen los hombres que no tienen piernas

No sabedlo todo,

Dejad que contesten los que menos sepan

Las manos bien grandes,

Las puertas abiertas,

Anchos los abrazos, fuera las fronteras

Hablad un idioma claro, que se entienda

Si estrecháis la mano, hacedlo con fuerza

Mirando a los ojos,

Dejando una huella

Prestad vuestra vida,

Regaladla entera

Que a nadie le falte ni una gota de ella

¡Cantad!

Que cantando la vida es más bella

Y jamás, os hablo desde donde nazca

El último soplo de vida que tenga,

Jamás una huida,

Por muchos que sean…

 

Un propósito distinto…

La mayoría de nosotros finalizamos el año haciendo un balance y proponiéndonos mejorar en algunos aspectos. Algo típico sobre lo que se escriben cientos de artículos en estas fechas es, precisamente, la cuestión de los propósitos de año nuevo. Yo también lo he hecho, lo confieso. Dos veces («De propósitos y despropósitos» y «Al carajo los propósitos de Año Nuevo»).

Los grandes clásicos, los trending topics de las listas de propósitos son asistir al gimnasio, que por lo visto con pagar la cuota no es suficiente, aprender idiomas, perder peso… Sin embargo, y como comentábamos en un artículo anterior, en unas pocas semanas perdemos fuelle y esas buenas intenciones quedan en eso, intenciones. Pasar a la acción y, sobre todo, perseverar y mantener la motivación, es otro asunto.

La Doctora en Psicología Harriet Lerner tiene una propuesta diferente para este año que aún huele a nuevo. Y, de verdad, si eres capaz de llevarlo a cabo y convertirlo en una rutina, de incorporarlo en tu forma de funcionar por el mundo, esto va a cambiarte la vida.

Ser amable. Algo tan sencillo como eso. Y tan complicado a la vez. ¿Qué pasaría si colocáramos la amabilidad al principio de nuestra lista de prioridades?

Si nos paramos a reflexionar sobre ello, descubriremos que resulta fácil ser amables con personas que apenas conocemos. Esas interacciones sencillas y cotidianas, en tiendas, medios de transporte… suelen ser amables. Nos han enseñado a ser educados. A dar los buenos días, las gracias, a sostener la puerta y a sonreír por cortesía. Sin embargo, dedícale un minuto a pensar en los intercambios con tus personas más cercanas.

¿Tan rápido lo has pensado? Venga, un instante más.

Ahora sí.

Quizá hayas descubierto que no tratas con tanto cuidado a las personas más próximas a ti. La Dra. Lerner explica que nuestros seres queridos son aquellas personas con quienes compartimos más emociones. No todo son vino y rosas, por supuesto. Y «evocan nuestra ira, frustración, desilusión o toda la gama de emociones dolorosas que nos hacen humanos».  El mundo emocional es amplio, con regiones oscuras donde residen amenazantes dragones que, precisamente aquellos a quienes mas queremos, tienen más habilidad para despertar. Por esto, y porque compartimos tiempo con estas personas, capaces de generarnos una gran irritación, es importante que aprendamos a gestionar estas emociones y responder con amabilidad.

¡Ojo! El planteamiento no es que nos mordamos la lengua y traguemos con todo, consintiendo situaciones que nos generan malestar y dejando de lado nuestras necesidades. No, no se trata de eso. Si nos imaginamos cómo va a continuar la escena en la que participamos, y cómo continuará en función de la respuesta que demos, veremos que una respuesta amable será más facilitadora que un resoplido o una contestación agria. Cualquier cosa que digamos, puede ser dicha con amabilidad. Incluso una crítica.

En palabras de esta psicóloga, el amor es lo único imprescindible para seguir unidos. Ciertamente, el amor es clave, pero en ciertas situaciones puede no ser suficiente, y a diferencia del amor, la amabilidad es algo que se puede ejercer. Podemos elegir ser amables en las pequeñas acciones. También se puede ser amable cuando se tiene el corazón roto. Y cuando lo haces, resulta sorprendente: la vida, y el dolor que conlleva, se hace más llevadera.

¿Te apuntas a esta propuesta? ¿Practicamos la amabilidad este 2018?