No comparto eso que he oído decir a algunos padres recientemente «la culpa es del reggaetón». Ni del reggaetón ni del chachachá. La violencia de género es un fenómeno complejo y multifactorial que hunde sus raíces en una sociedad basada en un sistema patriarcal donde las desigualdades entre hombres y mujeres se filtran de múltiples maneras en nuestro día a día. Y los chavales y chavalas se ven inmersos, desde muy jóvenes, en relaciones caracterizadas por marcados desequilibrios de poder.
ElInstituto Andaluz de la Mujer de la Junta de Andalucía han desarrollado, de la mano de grandes expertos en el fenómeno de la Violencia de Género, unos materiales específicos para que, desde los distintos entornos en que los y las jóvenes se mueven, se pueda detectar la VG desde sus primeras manifestaciones.
Muchas veces quienes descubren la realidad de estas relaciones se sienten frustrados al tratar de confrontar a su persona querida, a quien ven sufrir, de lo poco sana que es la relación. Con las mejores intenciones, se llevan a cabo medidas que resultan contraproducentes: sermones, castigos y sanciones, ultimátums… Que, en lugar de hacer sentir a la parte implicada comprendida y apoyada, acogida y capaz de tomar decisiones, la alejan más de su entorno, aislándola y convirtiendo la relación insana en el eje en torno al cual gira su vida social y emocional…
Esta documentación gratuita está diseñada para proporcionar alternativas más efectivas: ofrece pautas de intervención para una adecuada comunicación, acogida, orientación, derivación y acompañamiento a las chicas en situación de violencia de género.
Aquí puedes descargar la documentación para familiares:
Esta semana millones de personas se han echado a la calle en protesta por la consideración como abuso, y no como violación, de un acto salvaje de agresión a una joven de 18 años por parte de cinco hombres adultos, dos de ellos pertenecientes a las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado.
Uno de los jueces, argumentando esta resolución, ha esgrimido argumentos escalofriantes que me hacen, una vez más, poner el grito en el cielo por la extrema normalización de la violencia en nuestra sociedad. No pienso reproducir aquí lo que todos nosotros hemos leído y escuchado en los informativos. Mi intención es, sencillamente, reflexionar sobre ello e ir un poco más allá de lo evidente.
Al parecer, es común creer que la reacción primaria ante un ataque es la lucha física. Revolverse, arañar, morder… Reaccionar de forma violenta en un intento de autodefensa. Como si, al ser atacados, nuestro instinto de supervivencia nos activara y nos impulsara a la acción. Se nos ha olvidado que, además de la lucha, las reacciones de huida y bloqueo son también fruto del instinto de supervivencia. Son entonces, tres las respuestas «instintivas» ante un ataque, esas que los angloparlantes denominan 3F: Fight, Flight, Freeze. Las tres han sido ampliamente estudiadas y documentadas en distintas especies animales. Todos nosotros las hemos sufrido en algún momento. No obstante, no parece ser suficiente.
Siguiendo un razonamiento básico (situación de peligro -> reacción de lucha), parece lógico pensar que una persona sólo puede ser violada si el agresor tiene más fuerza que ella. Pero no es así.
Muchas de las víctimas de agresiones pueden experimentar una forma de parálisis involuntaria que impide oponer resistencia activamente.
La teoría polivagalde Porges resulta fundamental a la hora de comprender por qué en una situación amenazante que provoca una respuesta de estrés o miedo intenso, el cuerpo se paraliza y la mente se disocia, desconectándose para protegerse.
Esta «inmovilidad tónica» debería ser tenida en consideración a la hora de tratar situaciones de violencia, y por supuesto de violencia sexual, no sólo por parte del sistema jurídico, sino también por los profesionales sanitarios y los miembros de las fuerzas de seguridad que entran en contacto con las víctimas durante el proceso posterior a su agresión.
Ante una amenaza abrumadora, la parálisis es una reacción normal y coherente desde el punto de vista biológico.
Tan normal y tan coherente es esta reacción, que de las 298 mujeres que constituyen la muestra de un estudio realizado por el Karolinska Institutet de Suecia (publicado en Acta Obstetricia et Gynecologica Scandanavia), el 48% indicó haber padecido una inmovilidad tónica extrema durante la agresión sexual. El 70%, significativa.
La investigación va más allá: Los resultados arrojan una importante correlación entre la inmovilidad tónica durante el episodio de violencia sexual y la aparición de depresión aguda y estrés postraumático (TEPT) en los meses siguientes a la agresión.
Este fenómeno de parálisis entre las víctimas de violación no es nuevo. Ya en 1993 (hace 25 años), se publicaban estudios que lo recogían como una respuesta común. Porges enunció su teoría polivagalpara el tratamiento del trauma en 1995. Ya ha llovido, ¿no os parece?
La agresión sexual es una de las experiencias más traumáticas que una persona puede sufrir. Y sus secuelas se agravan aún más con la revictimizaciónpor parte del entorno, incluidos los especialistas en cuyas manos se deposita la salud de la víctima, su seguridad y protección y la justicia.
A modo de recordatorio, incluimos una tabla con las diferencias entre abuso sexual y violación. Podéis sacar vuestras propias conclusiones.
ABUSO SEXUAL
VIOLACIÓN
· Ambos son delitos sexuales tipificados y penados por ley.
· Implican comportamientos de tipo sexual y agresivo que se llevan a cabo sin que una de las partes consienta.
· Generan sensaciones de indefensión (la víctima ha sido agredida o alguien en quien confiaba se ha aprovechado de ellos), disminución de la autoestima, desconfianza y recelo hacia otras personas, alteraciones de la vinculación y la sexualidad, síntomas relacionados con la ansiedad y la depresión. Pueden generar estrés postraumático e intentos de suicidio.
Acto que supone la limitación de la libertad sexual de otra persona, sin que ésta consienta o pueda/tenga capacidad para consentir.
Realización del coito o acto sexual llevado a cabo mediante la fuerza o intimidación, no consintiendo una de las partes implicadas o no disponiendo de los medios para ser capaz de consentir.
No se emplea la violencia física, pero el abusador emplea la manipulación, engaño, sorpresa o incluso coacción para conseguir sus objetivos.
Existencia de penetración vaginal, anal o bucal.
Puede producirse o no contacto físico.
Ejemplos: toqueteos, masturbaciones, acoso, obligar a alguien a observar la realización de actividades de índole sexual o forzar a la víctima a mostrar su cuerpo valiéndose de una posición de superioridad
Agresión sexual en la que se produce contacto físico.
Objetivo: gratificación sexual + satisfacción de la necesidad de poder (el sexo se convierte en una forma de dominación de la víctima)
A modo de cierre, os dejamos un vídeo que nos recuerda a todos, ya que parece que a algunos aún les cuesta entenderlo, qué es y qué no es consentimiento.
Uno de los cuentos populares más conocidos, presente además en numerosos países, es Caperucita Roja.
Rotkäppchen en Alemania, Le Petit Chaperon Rouge en el original de Perrault, Little Red Riding Hood en los países angloparlantes, Cappuccetto Rosso en la bella Italia… Raro es encontrar a alguien que no haya oído hablar de la niña encapuchada que atravesaba el bosque para visitar a su abuelita. Caperucita se ha convertido en estos siglos en un icono popular.
Esta historia es un caso evidente de violencia de género, sin embargo está tan normalizada, tan integrada en nuestro día a día, que apenas nos damos cuenta de que a través de este inocente cuento perpetuamos algo que deberíamos estar luchando por eliminar.